Con frecuencia hablamos de la humildad: decimos que tal o cual persona es humilde, o bien que tal o cual persona es muy poco humilde. Y si nos preguntaran qué es la humildad, tal vez no daríamos una definición de diccionario…pero seguramente, la mayoría de nosotros diría algo así como que «una persona humilde, es aquella que a pesar de tener éxito, no se le ha subido a la cabeza y sigue siendo como era»
Bien pues, por ahí va la cosa.
Es verdad que también podemos referirnos, al hablar de humildad, a unas circunstancias económicas poco favorables. Aunque de lo que trata este artículo es más bien de una actitud de humildad, y no de aspectos económicos.
Sin duda, la humildad es una de las características personales que por lo general es muy bien valorada. Pero quizás no sea de las que más frecuentemente nos podamos encontrar, aunque desde luego, existe.
Pero ¿es la humildad algo que ya traemos al nacer, es decir, es un rasgo de personalidad, o por el contrario se trata de una actitud o una habilidad que podemos entrenar?
Hoy quiero hablarte de esto: de cómo son y se comportan las personas humildes, en contraposición a las personas arrogantes y soberbias, y de si es algo que se pueda entrenar o no.
¿Qué es la humildad?
Según la RAE, la humildad es “la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”
La humildad es verte al mismo nivel de los demás, ni por encima ni por debajo, pero tampoco es verte por debajo de ti mismo. Y te lo explico mejor: si te pones por encima de los demás, estamos hablando de soberbia o arrogancia; mientras que si te sitúas por debajo de ti mismo, estamos hablando de modestia. Y ninguna de estas dos cosas son humildad.
Ser humilde es reconocer nuestras limitaciones, con el objetivo de aprender y mejorar. Y es aprender de cualquiera de las personas con las que nos relacionamos. Pero también es reconocer cuáles son nuestras cualidades y nuestros puntos fuertes.
Y es que si te pones por encima de los demás, pensando que lo sabes todo y que nadie tiene nada que aportarte, no aprenderás nada más de lo que ya sabes: que ya te digo yo que no es todo.
Sin embargo: si te colocas por debajo, pensando que no tienes la capacidad para ser como la persona que tienes enfrente, olvídate…tampoco aprenderás nada más de lo que ya sabes.
¿Cómo son las personas humildes?
Yo diría que somos perfectamente capaces de diferenciar a una persona humilde de una arrogante o soberbia. Aún así, te cuento cuáles son las principales actitudes y conductas de una persona humilde.
Las personas humildes son esas que saben cuáles son sus capacidades y sus fortalezas, pero que, también reconocen que no lo saben todo, y que les falta mucho por aprender. No tienen problema para decirte «eso no lo sé» y están dispuestas a aprender y mejorar.
Como te decía, la persona que es humilde reconoce sus logros y sus éxitos, pero no presume de ellos.
Una persona humilde no impone su criterio ni su punto de vista y escucha al otro con respeto. Y si se equivoca, no tiene problema en reconocer que se ha equivocado.
La persona que es humilde sabe muy bien qué es lo que necesita aprender, porque como te decía, reconoce que no lo sabe todo. Eso no quita, sin embargo, que también reconozca lo que sí que sabe y lo que se le da bien. Lo que consigue con esto es que la persona se conozca muy bien a sí misma, que se sienta segura de sí misma y que tenga una buena autoestima.
Características que tienen las personas humildes
Te cuento cuáles son algunas de las características de una persona humilde.
- Respetan a los demás y, por esa razón, son también respetados por los otros.
- Se conocen muy bien, por lo que saben cuáles son sus fortalezas y cuáles sus debilidades. Y, aún conociendo sus fortalezas, no sienten la necesidad de estar por encima de los demás, ni presumen de sus logros. Su buena autoestima no depende de esto.
- No es fácil que una persona humilde haga una valoración negativa de otra persona. A no ser que tenga una muy buena razón para ello. No necesitan dejar a nadie por debajo, si bien al contrario, ayudará en lo que pueda.
- Como se sitúan al mismo nivel que los demás, son capaces de expresar lo que quieren y lo que necesitan, de manera clara y directa. Es decir, se expresan con asertividad.
- No necesitan la atención de los otros para sentirse bien.
- Escuchan todas las opiniones y las respetan. Pero eso no quiere decir que las pongan por encima de las suyas propias.
- Valoran el esfuerzo, tanto el suyo propio como el de los otros. Saben que la mayoría de las situaciones y de los logros requieren de esfuerzo y de mucho trabajo.
- No les interesa competir con nadie, no lo necesitan. De hecho no tienen problema en ayudar a otros para que alcancen el éxito. Eso sí, podría ser que su motivación sí que estuviera en superarse a ellas mismas.
- Son personas muy cercanas. Entienden los errores de los demás y siempre tienen una palabra de apoyo.
Diferencias entre la humildad y la arrogancia
Hay muchas y muy claras diferencias entre ser una persona humilde y ser una persona arrogante o soberbia. Te las cuento a continuación.
- La persona que es arrogante necesita la admiración y la atención exclusiva de los demás. Mientras que a una persona arrogante le gusta ser halagada y reconocida, la persona humilde sabe cuáles son sus capacidades; por lo que no necesita para nada que los demás se lo reconozcan.
- La persona arrogante tiene un excesivo ego, pueden exagerar y mentir con tal de lograr la aprobación y admiración de las personas que le rodean. En cambio, si hay algo que no tiene una persona humilde es ese ego tan excesivo.
- El arrogante impone sus ideas, sus opiniones y su criterio sin escuchar a los demás, cosa que no hace nunca una persona humilde.
- Tiene dificultad para reconocer sus propios errores, y encajan muy mal las críticas.
- Hace comentarios despectivos acerca de otras personas, menosprecios e infravaloración de los otros.
- Tiene baja capacidad para escuchar a los demás.
- Tiene una actitud de superioridad y suele hablar en exceso de sí mismo.
- Le da mucha importancia a los logros y éxitos propios, y tiene una alta competitividad.
- Una persona arrogante, muy pocas veces (o nunca) se disculpa por un daño que haya hecho.
Como ves, es muy diferente la actitud de una persona humilde y de una arrogante. Podríamos decir que son muy fáciles de diferenciar.
¿Cómo puedes entrenar tu humildad?
Parece ser que la humildad no es un rasgo de personalidad, ni siquiera es una virtud, aunque así se pueda entender. Es un patrón de conducta, en el que la persona decide dejar a un lado la soberbia y el ego.
Por eso, hay algunas cosas que puedes hacer si quieres ser realmente una persona humilde.
- Pide disculpas cuando cometas un error, cuando sepas que has molestado u ofendido a alguien. Pedir perdón y reconocer que nos hemos equivocado, es de persona humilde y dice mucho de quien lo hace, además de que no cuesta nada disculparse.
- Pide ayuda cuando la necesites. Es bien sabido que no lo podemos hacer todo nosotros solos, y que muchas veces necesitamos ayuda.
- Reconoce los logros y los éxitos de los demás, con sinceridad. Eso no quita que puedas reconocer los tuyos.
- Da las gracias por todo el bien que te hagan, por poco que sea. La gratitud es un síntoma inequívoco de humildad.
- Si necesitas hacer una crítica, procura que ésta sea constructiva.
- Acepta las ideas o las opiniones de los demás. Recuerda que no lo sabes todo, y, la opinión de los otros puede serte de gran ayuda.
Con todo lo anterior, podríamos decir que la humildad, es una actitud que podemos elegir y entrenar. Y, teniendo en cuenta, lo poco atractiva que resulta una persona arrogante y soberbia, quizás elegir ser humilde sea la mejor opción.
Rosa Armas
Psicóloga colegiada T-1670