Seguro que en muchas ocasiones, has tenido que soportar que alguna persona cercana te dijera eso de, “tienes que ser positivo”. Sobre todo, cuando estás pasando por una mala racha, o simplemente, cuando tienes un mal día. Ese consejo, que es muy frecuente y que te dan con la mejor intención, no suele servir para gran cosa. Es más, yo diría que no sirve para nada.
Sin embargo, conocer un poco en qué consiste la psicología positiva y cómo podemos utilizarla, tal vez nos ayudará a sacarle más provecho a ese consejo que a pesar de ser muy frecuente, también es algo ambiguo.
Conocer la manera de usar la psicología positiva no significa obviar los problemas que tenemos en realidad; sino que puede servirnos en esos momentos malos que todos tenemos, para encontrar la mejor parte de cada situación.
Qué es la psicología positiva
Según la Organización Mundial de la Salud, se define la salud como, “un estado de bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedades o dolencias”.
En este sentido, la psicología positiva es la rama de la psicología, que se encarga de buscar qué cosas nos hacen felices a los seres humanos.
Según los expertos, nuestra felicidad depende principalmente de tres factores. Uno de ellos es nuestro carácter, que influye en nuestra felicidad en un cincuenta por ciento. Por otra parte, estarían los acontecimientos que nos ocurren a lo largo de la vida, que influyen en un diez por ciento. Por último, están las cosas que nosotros hacemos para ser felices, que influyen en el cuarenta por ciento. Y, es en este último factor, en el que trabaja la psicología positiva.
Como sabes, la psicología tradicional se ha encargado siempre de los problemas y los trastornos. La psicología positiva en cambio, se centra en buscar aquellas cosas que nos hacen sentir bien. Podríamos decir que, no busca la forma de dejar de estar mal, sino que busca la manera de que estemos bien. Eso sí, sin obviar los problemas, porque éstos existen.
La psicología positiva, busca resaltar nuestra parte más favorable pero, en su justa medida. Y es que, utilizar la positividad en exceso, nos puede llevar a perder de vista la realidad. Nos puede llevar a creer que lo podemos conseguir todo, a que asumamos riesgos que no son necesarios, o a pensar que no nos puede ocurrir nada malo. En definitiva, nos lleva a tener un optimismo tóxico, del que ya te hablé hace un tiempo, y eso, es sin duda peligroso.
Si por el contrario, usamos el positivismo demasiado poco, estaremos siendo pesimistas, y eso, nos impide disfrutar de las buenas cosas que nos rodean.
Qué NO es la psicología positiva
Es importante no interpretar mal lo que es la psicología positiva, o mejor dicho, es importante saber lo que no es. Por supuesto, esta disciplina no se encarga de dar reglas generales de cómo ser felices, entre otras cosas porque no todos somos felices de la misma manera y con las mismas cosas.
Pero tampoco tiene la intención de negar los problemas reales que pueda tener una persona, eso sería, negar la evidencia. Por tanto, se centra tanto en los problemas como en las soluciones, en las debilidades como en las fortalezas, y por supuesto, en tratar las patologías.
El objetivo de la psicología positiva, no es que estemos felices absolutamente todo el tiempo, entre otras razones, porque eso no es posible. Debemos aceptar, que hay momentos malos. Su objetivo es ayudarnos a no centrar nuestra atención en lo peor, y buscar aquello que nos produce bienestar.
¿Por qué nos centramos más en lo negativo?
Estarás de acuerdo conmigo en que, le damos siempre más importancia a lo malo que nos ocurre, que a lo bueno. Parece que lo bueno que nos sucede, nos pasa desapercibido y lo olvidamos con facilidad, cosa que no ocurre con lo más negativo que nos pueda pasar. Le solemos dar más importancia a los contratiempos del día, que a los pequeños placeres de ese mismo día.
Esto se llama filtraje selectivo y tiene su función. La función de esto, es, que nos pongamos en movimiento y solucionemos ese problema. Con los sucesos buenos, como no tenemos que hacer nada con ellos, nos pasan desapercibidos. Pero claro, hacer siempre esto, termina por afectar a nuestro estado de ánimo.
Cómo puedes aplicar en tu vida la psicología positiva
Hay algunos ejercicios bastante sencillos, que puedes hacer para usar la psicología positiva. Son, como te digo, muy fáciles de hacer y te pueden proporcionar beneficios como el de potenciar tu felicidad, que no es poco. No quiere decir esto que sean mágicos y te hagan feliz de repente, pero sí que ayudan a sentirte mejor.
Conoce y atiende a tus cualidades y virtudes
Ser conscientes de cuáles son nuestras cualidades y virtudes, nos hará sentir mejor. Por lo tanto, haz un recuento de cuáles son las que tienes. A veces, es buena idea preguntarle por ellas a alguien cercano, puesto que, desde fuera, se pueden ver con mayor facilidad.
Cultiva tus relaciones sociales y personales
Tener personas con las que poder relacionarnos, con las que poder hablar de cualquier cosa, con las que sabemos que podremos contar en los malos momentos, en las que podemos apoyarnos, es otra de las cosas que nos proporcionan felicidad.
Haz uso del humor
Entrenar el sentido del humor aumentará tu bienestar, además de que, consigue alargar la vida. Así que, utiliza tu sentido del humor, ríete de los contratiempos y rodéate de gente que también tengan un buen sentido del humor.
Da las gracias
Sí, fíjate en las cosas buenas que tienes en tu vida y da las gracias por ellas. Hacer este ejercicio, te hará más consciente de esas cosas buenas que, muchas veces, tenemos pero nos pasan desapercibidas.
Estos pequeños ejercicios, no son las reglas de oro para ser feliz, porque eso no existe. Pero sí que te servirán para sentirte mejor, centrando tu atención en la parte más positiva de tu vida.
Cuáles son los beneficios de tener una actitud positiva
Siempre digo que los acontecimientos que nos ocurren en el día a día, y a lo largo de toda la vida, son acontecimientos neutros. Y que la emoción que cada acontecimiento va a provocar en nosotros, dependerá de la interpretación que le demos a lo ocurrido. Aquí es donde comienza el rol de tener una actitud positiva.
Según cómo interpretemos lo que nos acontece; es decir, dependiendo de la actitud que tengamos ante ello, podremos tener un buen día, o un día totalmente pésimo. Si nuestra actitud es positiva, el día será mucho mejor que si nos vestimos con actitud negativa.
No quiero decir con esto que tengamos que estar todo el tiempo en “modo Heidi”, eso es imposible y además agotador. Por supuesto que ante ciertas situaciones, podemos llegar a derrumbarnos, eso es humano.
Lo que quiero decir, es que después del impacto inicial que inevitablemente se produce en nosotros, ante una situación grave, o al menos molesta, la mejor opción es valorar la parte buena que tiene. Que siempre la tiene, y sobre todo, sacar un aprendizaje de toda esa situación; que también lo tiene.
En definitiva, la actitud que tengamos tendrá mucho que ver en cómo los acontecimientos que nos ocurren nos van a afectar.
¿Qué es la actitud?
De forma popular, se suele entender la actitud como el estado de ánimo que una persona tiene habitualmente; o también, como la manera que tiene de tomarse las cosas.
La psicología social define la actitud como el conjunto de creencias y sentimientos que tenemos; y que nos influyen a la hora de comportarnos de una manera determinada, ante una situación u objeto concreto.
Por lo tanto, una actitud está formada por:
- Creencias, qué es lo que conocemos de la situación.
- Afectos, que son los sentimientos que nos provoca dicha situación,
- Predisposición, que es la conducta que podemos realizar ante esa situación.
Mantener una actitud positiva
Como te decía antes, es normal tener momentos en los que estamos bajitos de ánimo. Sin duda, hay situaciones en las que no resulta tan fácil ver el lado más favorable.
Sin embargo, mantener una actitud positiva siempre que podamos, tiene muchos beneficios para nosotros. Y, no sólo para nosotros mismos, sino también para las personas que nos rodean, ya que, se sabe que, la actitud, tanto la positiva como la más negativa, se la podemos contagiar a la gente con la que nos relacionamos.
Los beneficios de mantener una actitud positiva son los siguientes:
Con una actitud positiva tendrás más energía y motivación
Sin duda esto lo habrás comprobado. En esos días en que estás más triste o desanimado, te cuesta mucho más hacer cosas, que en esos otros días que estás de mejor humor.
Estar con esa disposición más positiva, te permite estar más activo, cosa que a su vez, aumenta la actitud positiva. Es la pescadilla que se muerde la cola. Si estás más negativo, haces menos cosas y eso, baja tu ánimo, pero al revés también.
Te ayuda a conseguir tus objetivos
Claro, si te centras en la parte más desfavorable de las cosas, te desanimas. Y, lo que consigue el desánimo, es que no actúes para alcanzar aquello que quieres. Si por el contrario, centras tu mirada en la parte buena, te motivará para ir a por ello.
Te sirve para centrarte en las posibles soluciones
Ante una situación complicada, que siempre surge alguna, una persona con actitud positiva, se centrará en buscar las soluciones, con lo que, será más probable que finalmente resuelva la situación. La persona que tiene una actitud negativa, se centrará en el problema y, se quedará estancado en el problema. Alguien que no busca soluciones, no las puede encontrar.
Te ayuda a aprovechar las oportunidades que puedan surgir
La persona con actitud más negativa, suele ir con el “no” por delante. Esta negatividad no les permite ver ni aprovechar las oportunidades que puedan surgirle. Por el contrario, una persona con una actitud más positiva, en lugar del “no”, lleva un “¿y por qué no?» y esto, siempre dará más opciones y oportunidades para cualquier cosa.
Aumenta tu perseverancia
Esta cualidad, hará que no te rindas con tanta facilidad ante cualquier contratiempo, con lo que será más probable que consigas todo aquello que te propongas.
Te sirve para aprender de los errores
Una persona con actitud positiva, comete errores como todo el mundo, sin embargo, buscará en ese error el aprendizaje que ha obtenido, y que le servirá para la próxima vez que lo intente. La persona con actitud más negativa, se queda anclado en ese error, y lo vive como un auténtico fracaso.
Te hará sentir más feliz, que no es poco
No hace falta explicar esto con muchas palabras, el buen ánimo, la positividad y el entusiasmo, sin duda te hace más feliz que el pesimismo y la desilusión.
Cómo mantener una actitud positiva
Como decía, tener una actitud positiva no significa estar dando volteretas todo el día, es algo más moderado que eso. Aún así, muchas veces no es tan fácil tenerla, ya lo sabemos. Pero desde luego, es una cuestión de ponerlo en práctica.
- Detecta tus pensamientos negativos cuando los tengas, desechalos y busca la parte ventajosa de cada situación. Te aseguro que si buscas la parte buena, siempre encuentras alguna.
- No puedes controlar las cosas que te pasan, pero sí tu reacción ante ellas. Es decir, saca un aprendizaje de lo que te ocurre y procura no dramatizar.
- Si puedes, evita relacionarte demasiado con gente negativa. Como te decía antes, está demostrado que la actitud se contagia, tanto la positiva como la negativa.
Qué rasgos tienen las personas positivas
Ya hemos hablado en otra ocasión de las personas tóxicas, también llamadas vampiros emocionales. Esas personas que, con sus quejas constantes, su papel de víctimas, su envidia, sus críticas o su manipulación, nos roban la energía y nos hacen sentir mal. Hoy hablaremos de las personas positivas.
Por suerte, existen otras personas que nos transmiten energía positiva. Personas con las que nos sentimos a gusto, con las que estamos cómodos y que, sentimos que nos recargan, como si funcionáramos a pilas. Nos transmiten alegría y positivismo y no sabemos muy bien por qué. Cuando llegan a cualquier sitio, llaman la atención sin pretenderlo y, de repente, el ambiente ha cambiado.
Pero, ¿cuál es la diferencia entre unas personas y otras? ¿Qué hacen o qué no hacen las personas positivas?
A continuación, te cuento cuáles son los rasgos y las conductas de las personas que nos transmiten y nos contagian de energía positiva; por si quisieras ponerlo en práctica y convertirte, si no lo eres ya, en una de esas personas.
Las siguientes actitudes o conductas, son las que caracterizan a una persona que contagia positividad a los demás. Pero no te confundas. Una persona que transmite esa energía, no está todo el día en “modo Heidi”, riéndose y dando volteretas, también tienen sus momentos malos. Sus conductas son las siguientes.
Sonríen con facilidad
Fíjate qué acción tan sencilla y que requiere tan poco esfuerzo. Como te digo, también tienen sus días malos. Pero, por lo general, suelen sonreír cuando se dirigen a los demás. Y digo cuando se dirigen a los demás, porque que sonrían mucho, no quiere decir que estén todo el día, incluso a solas, con la sonrisa en la cara.
Sin duda habrás estado alguna vez en un comercio, o en una administración pública y, te ha atendido una persona que, a la vez que te da los buenos días, te sonríe. No es una sonrisa por obligación, sino que les sale de manera sincera, y te hace sonreír a ti también.
Pero también habrás estado en otros sitios, donde la persona que te atiende, no sólo no contesta a tus buenos días, sino que además, tiene cara de palo. ¿Cuál de ellas te ha parecido más agradable en el trato? Intuyo cuál es la respuesta.
Se centran en la parte más favorable de las situaciones
A estas personas, también les ocurren imprevistos desagradables que les fastidian el día, también se les chafan planes que tenían organizados. Y claro, se llevan el disgusto y seguramente se enfadan como todo el mundo.
Las personas positivas, sin embargo, no se quedan atascados en el disgusto. Cambian los planes, buscan la parte buena de ello, reorganizan el día y siguen adelante. Se quejan de lo que les ha pasado, claro que sí, pero sólo el tiempo necesario, no se mantienen en la queja.
Tienen muestras de afecto y cariño hacia los que les rodean
Son personas muy cercanas en el trato y, demuestran su afecto con un abrazo, con un beso o con palabras cariñosas. Es tan simple como que, sienten ese cariño, y no tienen reparo en demostrarlo, no les cuesta nada.
Además de esto, se preocupan por cuidar a su gente más cercana. Se preocupan por saber qué les pasa, si están bien, y si pueden aportarles algo que les sirva para estar o sentirse mejor. Les gusta transmitir a los demás la energía positiva que tienen.
Su expresión suele ser la de estar a gusto
Hagan lo que hagan, tanto si están de ocio, como si están trabajando, disfrutan del momento que están viviendo. No quiere decir esto que las demás personas no lo hagan, pero las personas positivas disfrutan de cada segundo, viven el aquí y ahora, sin pensar demasiado en el futuro.
No importa si es una reunión familiar, un paseo, o un viaje. Sea lo que sea, lo disfrutan. Y, de ese estar a gusto en cada momento, es de donde sacan su energía positiva, es decir, que ésta no depende de estímulos externos que en cualquier momento pueden desaparecer, sino que depende de estar bien con ellos mismos.
Por supuesto, su lenguaje es también en positivo
No se les suele escuchar eso de “no puedo”, o “no sirvo”, al contrario, si no saben hacer algo, simplemente lo intentan. Pero también hablan así a los que le rodean, animándoles y motivándoles si se encuentran en una situación que puedan percibir como complicada.
Evitan estar con personas que tengan energía negativa
Esta es sin duda, una buena manera de mantener tu energía positiva, evitando a las personas que te cargan de negatividad. Evitan contagiarse de la negatividad de otras personas, de las que critican o se quejan todo el tiempo.
Las personas con energía positiva no se quejan constantemente
Puede que sí se quejen, en un momento puntual en el que les ha ocurrido un contratiempo, pero, en lugar de mantenerse en la queja durante horas, optan por buscar soluciones a lo que les ha pasado.
Son personas muy activas e inquietas
A las personas positivas les gusta probar cosas nuevas, ponerse retos, investigar sobre aquello que no conocen. Esta curiosidad y entusiasmo por lo que es novedoso, es fácil que se lo contagien a las personas que están cerca. Por esta misma característica, aprovechan cualquier oportunidad que les surja, ya sea laboral o de otro tipo, valorando más las ventajas que pueda tener que las desventajas.
Estas son, en general, las actitudes y conductas que suele tener una persona con energía positiva. Puede ser que te hayas identificado con ellas, o al menos con la mayoría. Si no es así, pero te gustaría tener esa energía, no es tan difícil. Disfruta de cada momento, busca soluciones en lugar de quejarte, busca la parte más favorable de lo que te ocurra, y sonríe.
La importancia de Hablar en Positivo
¿Qué transmites cuando hablas? Bueno… en realidad esa no es la pregunta; la pregunta sería, ¿qué tipo de palabras son las más frecuentes en tu vocabulario? ¿Sabes hablar en positivo?
¿Utilizas con más frecuencia el “no”? Eso de, “no puedo”, “no soy capaz” o “yo no sé”…o por el contrario, ¿es más frecuente el “si”? ¿Utilizas más cantidad de palabras negativas o positivas?
Estaría bien que vigilaras y estuvieras siempre muy pendiente de lo que dices. Porque te diré que tus palabras tienen un efecto en tu cerebro; y como consecuencia de ello, en tus emociones y en tu conducta. Y no es broma.
Imagina que estás hablando con un amigo tuyo y de repente te pones a insultarle, a descalificarle, a decirle cosas muy feas… como que es un inútil, que no hace nada bien, etc. El resultado más probable es que tu amigo se enfade mucho contigo; y puede hasta que se rompa tu relación con él.
Por lo tanto, el lenguaje no es solo un instrumento que utilizamos para darnos información unos a otros. Sino que además, es una manera muy poderosa de crearnos emociones; buenas y malas.
Pues bien; no solo lo que le decimos a otra persona puede producirle una emoción negativa, y destruir el vínculo que hay con ella. Sino que también lo que nos decimos a nosotros mismos puede ser destructivo o constructivo; dependiendo de lo que digamos, y de cómo lo digamos.
Por lo general, no somos nada cuidadosos con las palabras que empleamos. Puede que sí lo hagamos cuando nos dirigimos a otra persona, pero no lo hacemos tanto cuando nos dirigimos a nosotros mismos; ya sea con el pensamiento o de viva voz, que lo mismo da.
Las palabras y su efecto en la mente
Mark Waldman y Andrew Newberg, psiquiatras y profesores de dos Universidades norteamericanas, publicaron un libro llamado “Las palabras pueden cambiar tu cerebro”.
En este libro, los autores explican que, cuando se escucha la palabra “no”, al principio de cualquier frase, nuestro cerebro empieza a liberar cortisol; que es la hormona del estrés, y la que nos pone en situación de alerta. Por el contrario, cuando escuchamos un “si”, el cerebro libera dopamina; que es la hormona del bienestar y la recompensa.
El neurólogo Leonardo Palacios asegura que todas las palabras, sean éstas positivas o negativas, producen una descarga emocional desde el cerebro. Y por ejemplo, una palabra negativa o insultante, activa la amígdala. La amígdala es una estructura del cerebro que activa la alerta, y genera una sensación de malestar y de rabia.
Por el contrario, las palabras positivas son asimiladas por el hemisferio derecho del cerebro. Este hemisferio es el encargado de las emociones; y por lo tanto, las palabras positivas generan bienestar. Pero, según Palacios, todo depende del volumen y del tono de voz con el que se digan las palabras.
A mi entender, todo esto es motivo suficiente para que empecemos a tener más cuidado con lo que decimos. Pero también con lo que pensamos, e incluso con lo que leemos; porque, las palabras van a determinar en gran medida nuestro estado de ánimo. Así que, podríamos tener en cuenta algunos consejos para que saques provecho del poder de las palabras
Disminuye la autocrítica y aumenta las palabras positivas en tu lenguaje
Son tantas las expresiones autocríticas que utilizamos para hablar mal de nosotros mismos… “soy muy torpe”, “no puedo”, “soy un inútil para…”, “no me veo capaz”, “no voy a poder con esto”, “es muy difícil”, son sólo unos pocos ejemplos. Piénsalo, y verás como encuentras muchos más.
Según otros estudios, tener pensamientos y palabras positivas sobre nosotros mismos influye no sólo en nuestro estado de ánimo; sino también en cómo nos vemos a nosotros mismos. Es decir, que las palabras influyen en la autoestima; y también en las decisiones que tomaremos. Así por ejemplo, las expresiones autocríticas mencionadas nos llevarían a no actuar.
Se ha podido comprobar que, leer una lista de palabras negativas durante unos pocos segundos, provoca en las personas una respuesta de ansiedad y peor estado de ánimo; pero, si ese discurso negativo es hacia nosotros mismos, los efectos son todavía peores.
De igual manera, las palabras que indican actividad, promueven en nosotros la motivación para actuar, como por ejemplo, “sí que puedo hacerlo” o “soy perfectamente capaz”. Y esto es provocado por las conexiones neuronales que se producen en nuestro cerebro, cuando hacemos un uso continuado de las palabras, de las positivas y de las negativas. Las palabras tienen un efecto emocional tan intenso que son capaces, como te decía antes, de cambiar nuestro cerebro.
Elimina la palabra “no” del principio de tu discurso.
Como decía antes, la palabra «no» produce la liberación de cortisol, que es la hormona del estrés. A veces decimos cosas que pueden parecer que son positivas, como podría ser: “no quiero estar enfermo”. En realidad, la frase positiva no es esa, la frase positiva es “quiero estar sano”. Y así con cualquier otra expresión que se te ocurra.
Mejor centra tu discurso en la parte más positiva de las cosas. Absolutamente todo, tiene una parte buena; si cuando hablas te centras en esa parte, tú te vas a sentir mejor; y las personas que te escuchan, también.
Si que es cierto que a todos nos pasan cosas que no son demasiado buenas. Pero, ya sólo con tu forma de decirlo, te puedes sentir mejor o peor. Por ejemplo, si has tenido algún problema de salud, puedes decir “estoy enfermo”. Pero también podrías decir, “me estoy recuperando”. Si has perdido tu trabajo, puedes decir “no tengo trabajo” pero también podrías decir, “estoy buscando trabajo”. Recuerda siempre que el “no” al principio de una frase, nos provoca estrés.
Deja de dramatizar
Con dramatizar quiero decir, utilizar expresiones del tipo, “esto es horrible”, “es espantoso”, “no puedo soportarlo”, “es imposible hacerlo”, etc. Estas expresiones, además de ser probablemente poco realistas, generan mucho malestar y estrés.
Habría que cambiarlas por otras menos radicales, que se ajusten mejor a la realidad y que no nos generen un malestar tan intenso. “Esto es molesto”, o “es un poco incómodo”, son expresiones mucho más suaves; que al decirlas así, harán que nuestras emociones no sean tan negativas.
Evita los imperativos
Por otra parte, las palabras que indican obligación también generan estrés, algunas de ellas son, “tengo que….” o “debería…” Si las cambias por ejemplo por, “quiero….”, de inmediato desaparece la obligación que llevan implícitas las otras; y con ello la resistencia que ponemos siempre a hacer algo a lo que se nos obliga.
En resumen: siempre debes elegir con mucho mimo las palabras que utilizas. Esas palabras van a tener mucho poder sobre ti. Esta es una de las razones por las cuales es tan importante pensar antes de hablar; y por supuesto no hablar demasiado. Sobre todo, cuando ese «hablar de más» conlleva críticas, y un lenguaje negativo hacia los demás o hacia nosotros mismos.
Rosa Armas
Colegiada T-1670