Así de entrada y sin analizarlo con demasiada profundidad, podemos pensar que alegrarse del mal ajeno es, sin duda, de ser malas personas.
Sin embargo, no me digas que no has sentido alguna vez cierta satisfacción cuando te has enterado de que aquella persona que en su momento se portó muy mal contigo, o aquella que fue muy borde cuando habló contigo, o aquella otra que tuvo contigo una actitud prepotente, ha tenido algún pequeño percance. Claro que eso no lo vas a reconocer nunca en voz alta.
Pero también te ha podido ocurrir esto de estar contándole a alguien cualquier cosa que te haya pasado que sea poco agradable, y haber notado en la expresión de su cara cierta satisfacción; y has pensado “qué mala persona es»
Pues este sentimiento, que es bastante más frecuente de lo que crees, no es en absoluto de ser malas personas…aunque te parezca extraño.
La alegría ante los males ajenos
Sentir cierta satisfacción ante las “desgracias” ajenas es, hasta cierto punto normal, y se le conoce como Schadenfreude.
Esta palabra tan extraña es un término alemán que está compuesto por schauden, que significa desgracia, y freude, que significa alegría. Y se refiere exactamente a esto, a la pequeña alegría que podemos sentir ante los males que le ocurren al de al lado, y no a nosotros.
Pero también la podemos sentir cuando a nosotros nos pasa algo negativo, pero sabemos que a otras personas también les ha ocurrido. Lo que sentimos es algo de alivio y eso en español se llama “mal de muchos, consuelo de tontos”
Como te decía, esto es bastante frecuente y no se trata de un trastorno, es sólo un sentimiento que no implica ser una mala persona.
Por supuesto, a todos nos da miedo que nos ocurran cosas desagradables. Por lo tanto, siempre es de agradecer, o al menos es un alivio, que les ocurra a los demás y no a nosotros.
Ya hemos hablado en otras ocasiones de la función adaptativa que tienen las diferentes emociones, tanto las que consideramos positivas, como las más negativas.
A simple vista, parece difícil que podamos encontrar una utilidad a sentir alegría por el mal ajeno. Sin embargo, algunas investigaciones han demostrado que producimos dopamina, el neurotransmisor que se encarga del placer y de la recompensa, en los momentos en que sentimos Schaudenfraude.
¿Por qué sentimos Schaudenfraude?
La pregunta sería entonces ¿por qué llegamos a tener esta emoción? ¿por qué somos capaces de alegrarnos de los males de los demás? ¿somos acaso tan malas personas? Existen varios motivos por los que llegamos a sentir esta satisfacción.
Por envidia
Como no podía ser de otra manera, la envidia es uno de los motivos por los que alguien puede alegrarse del mal ajeno. Podríamos decir que la envidia es algo así como “tienes algo que yo creo merecer también, pero lo has conseguido tú antes que yo”.
Según esta definición, que no es en absoluto de diccionario, una persona que es envidiosa por naturaleza se alegrará de que a los demás no les vaya tan bien como puedan decir, o como pudiera parecer.
La gente envidiosa no emplea su energía en conseguir las cosas que desean, la gastan sintiendo envidia de lo que puedan conseguir los demás; y por supuesto, alegrándose de que no lo consigan, si ese fuera el caso.
Por la percepción de justicia
Se suele tener esa emoción de satisfacción, cuando le ocurre algo no demasiado bueno a alguien que no se ha portado bien con nosotros, a alguien que sentimos que nos ha fallado de alguna manera.
Pero también, cuando esa desgracia le ocurre a alguien que aunque no sea cercano a nosotros y no nos haya hecho daño personalmente, entendemos que su comportamiento es inmoral o injusto en general. E incluso nos alegramos cuando ese mal le ocurre a alguien que percibimos como prepotente, soberbio o déspota, por ejemplo.
Entonces, cuando le ocurre algo malo a dicha persona, tenemos la sensación de que se ha hecho justicia. Y la expresión más habitual es esa de “la vida pone a cada uno en su sitio”. Esta frase, tan repetida por todos nosotros, nos produce mucha satisfacción; ya que no nos gusta para nada creer que, la gente puede hacer lo que quiera, lo que le dé la gana, y no reciba nunca ningún castigo, ya sea divino o de cualquier otro tipo.
Por alivio
Y tú dirás ¿cómo puede alguien sentir alivio si a otra persona le pasa algo malo?
Bien pues, imagina que estás en cualquier sitio donde hay mucha gente, un restaurante elegante por ejemplo. De repente, entra una pareja en el restaurante y, uno de ellos tropieza y se cae al suelo. Entonces, se hace el silencio y todo el mundo mira para ver qué ha pasado.
En ese momento, solemos sentir alivio porque no hemos sido nosotros el de la caída y, el pensamiento suele ser “si me llega a pasar a mi, me muero de la vergüenza”. Este alivio se suele sentir cuando a otra persona le ocurre algo, que entendemos como una situación de ridículo, o que podría provocar la risa, y que perfectamente nos podía haber pasado a nosotros.
Por rivalidad
En realidad este motivo es bastante lógico. Si estás compitiendo con alguien en cualquier juego, en un concurso, en algún deporte, etc…lo más normal es que te alegres de que a tu contrincante le vaya mal, eso significa que a ti te va mejor.
Pero también ocurre, y también es lógico, entre la afición a unos equipos deportivos o a otros. Cuando pierde el opuesto, nos alegramos..¡vaya que sí!
Por tener una baja autoestima
Otra vez vuelve a salir la autoestima, que ya sabes que es muy importante para todo. Y es que tener la autoestima baja y no verse a sí mismo capaz de conseguir lo que se quiere, hace que el fracaso de otras personas produzca satisfacción.
La explicación de esto es que si los demás tienen éxito, alguien con baja autoestima se sentirá aún más inferior de lo habitual. Sin embargo, si los demás fracasan, ya no se sentirán tan inferiores sino que sentirán que están al mismo nivel.
Esto tiene mucho que ver con la teoría de la identidad social, creada por Henry Tajfel. Esta teoría afirma que como integrantes de un grupo social, nos comparamos entre nosotros y también con otros grupos.
Si nos comparamos con alguien de un estatus inferior, nos reforzaremos en nuestra autoimagen positiva, ya que saldremos ganando en dicha comparación. Por eso, cuando al otro no le va muy bien, sentimos una pizca de satisfacción, al menos “al que le va mal es al otro, y no a mi”.
Por el “mal de muchos”
Como te decía antes, cuando algo desagradable nos ocurre, pero nos enteramos o sabemos que eso les ocurre a más personas, sentimos también esa satisfacción. Confirmar que no somos los únicos a los que nos atacan las desgracias, nos hace sentir un gran alivio.
Este pequeño pellizco de satisfacción, por lo general lo sentimos con los disgustos que se llevan los demás, pero que no son demasiado graves. Nadie, o mejor dicho, casi nadie, se alegra de grandes males de los otros: como podría ser una enfermedad, a no ser en casos en que haya habido entre esas personas problemas importantes, pero esto es muy poco habitual.
Es cierto que lo más sano sería alegrarnos de nuestros propios logros, y en absoluto de los males ajenos. Pero de acuerdo con los motivos que ya explicamos, es casi inevitable sentir esta emoción en determinados momentos. Así que si en alguna de esas circunstancias, notas esa pequeña alegría, no pienses que eres mala persona; pero quizás sí podrías analizar cuál es el motivo de tu alegría, teniendo en cuenta lo que te contaba más arriba.
Sobre todo para descubrir si es envidia o baja autoestima, que serían los aspectos que más pueden dañarte.
Rosa Armas
Colegiada T-1670.