En muchas ocasiones (y cuando digo muchas me refiero a muchas, muchísimas ocasiones) le contamos a alguien algún problema por el que estamos pasando; con la única intención de contarlo, sacarlo de dentro, sentir que alguien nos escucha y nos comprende. Quizás lo único que necesitamos es desahogarnos, y recibir un abrazo de comprensión.
Sin embargo, la mayoría de las veces en que hacemos eso de desahogarnos, contando algo que nos preocupa sin ninguna otra intención ni finalidad, inmediatamente recibimos el “consejo perfecto” sin que lo hayamos tenido que pedir. Todos tenemos un cuñado, primo o amigo que nos dirá “mira, tú lo que tienes que hacer es….”
Pero estarás de acuerdo conmigo en que también ocurre al revés. Cuando una persona cercana a nosotros, un amigo o un familiar, nos cuenta un problema que tiene y que le preocupa. O bien, nos cuenta alguna decisión importante que ha de tomar: tenemos la tendencia de darle también el consejo perfecto. Yo diría que se nos hace casi imposible, no darle el consejo que creemos adecuado, incluso cuando esa persona no nos lo haya pedido.
Sin ninguna duda la intención es buena, tanto la nuestra cuando lo damos, como la de los otros cuando nos lo dan. Sin embargo, me gustaría contarte algunas cosas acerca de los consejos que no se piden.
Consejos que confunden
Se suele decir por ahí que, no des consejos cuando nadie te los pide, y yo añadiría “y cuando te los piden…tampoco”. Lo que suele ocurrir con los consejos que damos, o que nos dan, es que más que ayudar, terminan confundiendo aún más.
Quizás estés pensando que es una auténtica barbaridad lo que estoy diciendo “¿cómo no darle un consejo a un amigo que te lo pide?”.
Es cierto que pedir un consejo cuando estamos perdidos, y no sabemos muy bien por dónde tirar, es bastante lógico. Ser aconsejados por alguien con más experiencia que nosotros en algunas cosas, puede hacernos ver lo bueno o lo malo que quizá no habíamos visto. Y por supuesto, podemos aprender del aprendizaje y la experiencia que tuvo alguien antes que nosotros.
Lo que sirve para unos no sirve para otros
Pero, imagínate esta situación.
Imagina que vas caminando por la calle, dando un paseo con un amigo tuyo. Y empiezan a molestarte los zapatos. Son nuevos y te hacen rozaduras por varias partes del pie. Cada vez te molestan más, y cada vez necesitas caminar más despacio porque te hacen daño y cojeas.
Se lo dices a tu amigo y éste, que lleva dos tallas menos de zapato que tu, te dice “toma, ponte los míos, yo tengo otro par en mi mochila. Póntelos, son muy cómodos, yo los tengo hace tiempo y nunca me han molestado. Caminarás perfectamente con ellos”.
Bien pues, esto exactamente es lo que ocurre con los consejos que damos o que recibimos. Lo que sirve para una persona, cabe la posibilidad de que no sirva para otra. E incluso, es probable que te pueda perjudicar, como lo harían unos zapatos de dos tallas menos.
Ir de enterados por la vida
Como decía, nos apresuramos a dar ese consejo que consideramos el perfecto para el problema que tiene la otra persona. Vamos de consejeros por el mundo, queriendo ayudar claro está, pero muchas veces creando más confusión.
Vas dando unos consejos que a ti pudieron servirte, pero que podría ser que la persona que te escucha, nada más oírlos, sabe que no es eso lo que hará…porque no es eso lo que quiere hacer. Porque tal vez no es esa la manera que tiene de hacer las cosas, o porque no es el momento de actuar así, eso sí, te dejará hablar y no te lo dirá.
Por lo general, damos consejos que nos han dado otros a nosotros mismos; o que hemos escuchado o leído en alguna parte. Yo los llamo “consejos estándar”, y esos ni sirven para nada, ni dicen nada.
Un ejemplo de esos consejos puede ser el tan famoso, “piensa en positivo”. Sí, esta es una recomendación que hemos dado alguna vez en estos artículos. Pensar de manera positiva, hace que tengamos emociones más positivas, y que por tanto podamos reducir el malestar. Pero quizás esa persona tenga un problema serio, que tiene que resolver y “pensar en positivo” no le va a servir para nada.
En todo caso, habría que analizar el problema de esa persona: de una manera profunda, es decir, analizar las circunstancias en que se da, las opciones que tiene, los pros y contras, etc. para poder darle un consejo que fuera medianamente útil, y esto no es lo que hacemos. Sólo escuchamos el problema y lanzamos el “consejo mágico”.
Consejos desde nuestra perspectiva
Por otra parte y como decía en el ejemplo de los zapatos, damos el consejo desde nuestro propio punto de vista. Es más, solemos empezar diciendo algo así como, “yo también pasé por eso….”. Estupenda esta frase, porque esa persona se va a sentir comprendida, pero no le digas lo que tiene que hacer.
Tú eres una persona con unas creencias, unos valores, unas emociones y unos pensamientos. Y aún si tu problema fue parecido, puede que las circunstancias que tenías en ese momento no fueran las mismas que ahora tiene esa persona. Con lo cual, probablemente no le ayude en nada hacer lo mismo que tú hiciste. Podrás ver que esto es así, cuando pidas el mismo consejo a diferentes personas, y cada una te dará un consejo diferente, y a veces, hasta contradictorio.
Es por esta razón por la que digo que no des consejos si no te los piden, y si te los piden tampoco. Y es que, piénsalo bien, cuando alguien te cuenta lo que le está ocurriendo y tú le dices aquello de “tú lo que tienes que hacer es….” en realidad, le estás haciendo una crítica.
Sí, claro: le estás criticando que no se le haya ocurrido antes, o bien que no se haya atrevido a hacerlo todavía. Y como te decía al principio, quizás más que una crítica, necesite que le escuchen.
Aconsejar a alguien que no haga lo que tu hiciste
Y una cosa peor aún que aconsejar a alguien que haga lo mismo que tú hiciste, es aconsejarle que no haga lo que tú hiciste. Me explico, imagina que tú tomaste una decisión en un momento determinado, o bien intentaste solucionar un problema de una manera concreta, pero te fue mal.
Aconsejar a alguien que no haga eso que tú hiciste, por una parte, puede llegar a crearle unos miedos que no tenía y que son tuyos. Por otra parte, podría ser que a esa persona sí que le fuera bien hacer eso mismo, dadas sus circunstancias, que te recuerdo que lo más seguro es que sean diferentes a las tuyas.
Aconsejar acerca de algo que no te ha ocurrido
En el caso de que no hayas vivido esa misma experiencia, será peor todavía. Podrás aconsejarle en función de lo que tú crees que harías en esa misma situación, pero eso es sólo lo que crees. Para saber exactamente lo que harías en ese mismo caso, tendrías que estar en él, y aún así, repito, tus circunstancias serían otras.
Teniendo en cuenta todo esto, cuando un amigo te cuente un problema, escúchale, apóyale, dile que puedes entender que esté agobiado y exprésale tu cariño, porque puede que eso sea lo único que necesita. Puede que sólo quisiera hablar y que le escuches. No le des el consejo mágico, y menos si no te lo ha pedido.
Guarda tu sabiduría para ti mismo y ahórrate el típico “si yo fuera tú…” porque sencillamente, tú eres tú, no eres él. Deja que camine con sus zapatos, no con los tuyos.
Por otra parte, si eres de los que piden consejos: ten en cuenta que te darán el que funciona para ellos, no necesariamente el que funciona para ti. O bien, te dirán lo que creen que harían en tu lugar, que seguramente no tiene nada que ver con lo que harían si realmente estuvieran en tu lugar. Así que, mejor decide tú mismo lo que has de hacer, si te sale bien, estupendo, en el caso contrario, será tu error, y sin duda alguna, tu aprendizaje.
Rosa Armas
Colegiada T-1670.