Qué hacer si mi hijo no quiere estudiar ni trabajar

mi hijo no quiere estudiar

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Tener un hijo que no quiere ni estudiar ni trabajar es una circunstancia que se da cada vez con mayor frecuencia, y que puede tener diferentes causas. Claro que no sólo tiene diferentes causas, sino que también producirá algunas consecuencias…casi nunca positivas. 

Entre otras consecuencias, la más evidente es la frustración y la impotencia de los padres. Pero también alguna que otra discusión en casa.

Es posible que tú estés pasando por esta situación, o bien que conozcas a alguien que lo está viviendo. Y es la de tener en casa un hijo adulto que no quiere ni estudiar ni trabajar, y que lo único que hace es ser mantenido por sus padres.

Es lo que se ha dado en llamar la generación nini (ni estudia ni trabaja). Como te decía, se da cada vez con mayor frecuencia; lo suficiente como para empezar a preocuparnos. Y los padres que lo viven llegan a estar absolutamente desesperados.

Muchos de nuestros jóvenes se han formado en aquello que les gustaba, y ahora intentan abrirse camino en el mercado laboral. Un mercado laboral que sabemos no es fácil. Algunos incluso se han ido a otro país, porque en el nuestro no encontraban la oportunidad que buscaban, y que sí la han encontrado fuera. 

Mi hijo no quiere estudiar

Sin embargo, hay muchos otros con una menor capacidad de esfuerzo y una mayor pasividad, que se han quedado en casa de mamá…sin estudiar, sin trabajar, y viendo cómo pasa la vida. 

La pregunta que surge entonces es ¿por qué hay personas muy jóvenes que hacen el esfuerzo de formarse, e intentar (de la forma que sea) labrarse un futuro en el ámbito laboral…y otras igual de jóvenes, con el tiempo, la energía y los recursos, no tienen la motivación para hacer lo mismo?

Es posible que una de las causas sea el desánimo que se produce en los jóvenes por algunas circunstancias sociales. El hecho de que muchos de ellos hayan estudiado muy duro, y que después tengan que trabajar en lo que encuentren: porque de lo suyo no hay trabajo.

O bien, el que todas las empresas pidan experiencia a personas que si no les dan la oportunidad no la pueden adquirir. Esto puede causar que algunos jóvenes se desanimen, y no quieran siquiera intentarlo. 

Pero, sin lugar a dudas, la causa más frecuente de que esto se dé es la educación sobreprotectora que algunos padres le han dado a sus hijos. 

Cuando desde siempre le has resuelto todos los problemas a tu hijo, cuando no le has dejado que aprenda a resolverlos por sí mismo; cuando el profesor le ha reñido y tú vas al centro a pedirle explicaciones al profesor.

Cuando le has comprado al niño todo lo que pedía, y lo que no pedía también, es mucho más probable que ese niño (siendo ya adulto) se haya acomodado, no se esfuerce en hacer nada y siga esperando que tú le saques las castañas del fuego…como has hecho siempre. 

Cómo puedes evitar que tu hijo llegue a esta situación

Si tienes un niño que aún es pequeño, estás a tiempo de evitar que llegue a una situación como esta. 

No le sobreprotejas

Claro que tenemos que proteger a los niños de los peligros: pero eso es una cosa, y otra muy diferente es protegerles de todo. Deja que resuelva sus propios problemas, en función del problema que sea y de la edad que tenga, por supuesto. 

Cuando sobreproteges a tu hijo, bajará su autoeficacia, como es normal. Y esto va a influir directamente en su independencia. 

Haz de tu hijo una persona autónoma, una persona capaz de resolver sus cosas. Esto no sólo le hará autónomo, sino que reforzará su autoestima: porque se verá como una persona capaz de enfrentarse a las situaciones que la vida le presente. 

Edúcale en valores

Educarle en valores significa, por ejemplo, que debe aprender a conseguir las cosas con su propio esfuerzo, que aquí no se regala nada.  Pero además, conseguir las cosas con su esfuerzo le dará mayor satisfacción.

Debe aprender también a ser responsable, por tanto, deberá tener sus propias responsabilidades y obligaciones desde pequeño. 

Vacúnale contra la intolerancia a la frustración

Puedes vacunar a tu hijo contra la intolerancia a la frustración, igual que le vacunas contra el sarampión. Esto puedes hacerlo poniéndole límites: hay cosas que puede hacer y cosas que no. Diciéndole que no, cuando consideres que es que no. No dándole todo lo que pide, sobre todo cuando no ha hecho nada para ganárselo. 

De esta forma aprenderá a tolerar la frustración, es decir, aprenderá a entender que hay cosas que pueden ser y otras que no pueden ser. Pero además aprenderá que con algo de esfuerzo, se consiguen más cosas.

Qué hacer si ya vives esta situación

Si ya lo estás viviendo…si ya tienes en casa un “nini” y te desquicia verlo todo el día en el ordenador, o con el móvil en la mano, escuchando música y tumbado en la cama mirando al techo, puedes hacer lo siguiente. 

Siéntate tranquilamente a hablar con él

Lo más habitual en estos casos, es que le hayas hecho algún reproche, o algún comentario molesto acerca de su situación. Pero quizás no te hayas sentado a hablar con tu hijo tranquilamente. Así que mejor lo haces. 

Puedes empezar por narrarle todo lo que hace a lo largo de un día, para ello, puedes haberlo observado y apuntado antes. Pregúntale si ha pensado en su futuro, qué se ve haciendo para ganarse la vida, cómo le gustaría hacerlo,si hay algo que le guste o le interese hacer.

Plantéale que algo deberá hacer cuanto antes, y anímale si te dice que hay alguna cosa que le interesa. Dale sugerencias de cosas que podría hacer si las tienes, pero no dejes esa conversación en el aire, mejor establece con él unos plazos. Y si es posible, unas metas. 

Cierra el grifo

Si tu hijo no atiende a razones, o bien te dice que si, pero después de unos días sigue igual que antes, será mejor que tomes medidas.

Con tomar medidas quiero decir que si no hace nada, si no tiene ninguna responsabilidad ni obligación, entonces lo lógico sería que tampoco tuviera privilegios.

No debería estar en el ordenador todo el tiempo que quiera. No tendría que disponer de dinero para salir, y debería tener un horario para llegar a casa. Quizás no pueda tener esas zapatillas tan caras que quiere comprarse, o ese móvil de última generación,… 

Estos son sólo algunos ejemplos: pero eres tú quien decide qué privilegios le quitas. No se trata de hacerle la vida imposible, pero tampoco se trata de que la tenga tan fácil: no se trata de que viva en un palacio con todo hecho.

Y es que nadie querrá estudiar o trabajar si no tiene ninguna necesidad de hacerlo, porque lo tiene todo cubierto.

No cambies de idea

Si llegas a este punto, si decides ponerle las cosas un poco más difíciles, mantente en esa postura. Si lo dices pero luego no lo haces, se habrá salido con la suya. Y tendrá muy claro que amenazas mucho pero después no haces nada.

La única forma de que esto funcione, es que lo empieces y lo mantengas. Esta actitud tuya tendría que producir algún efecto. 

De todas formas: como cada caso puede ser particular y tener sus propias circunstancias, consultar a un psicólogo puede orientarte de cómo debes actuar.

Rosa Armas

Colegiada T-1670. 

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