Los seres humanos, aunque a veces no seamos conscientes de ello, estamos constantemente pensando. El pensamiento nunca para y, cuando dejamos de pensar, nos dormimos. Podríamos decir que estamos en continua charla con nosotros mismos. Este es el funcionamiento normal. El problema puede presentarse cuando alguno de los pensamientos, o muchos de ellos, no se corresponden con la realidad; ni del momento ni de la situación.
A éstos se les llama pensamientos distorsionados. Estos pensamientos distorsionados no nos permiten ver la realidad, y provocan en nosotros cambios en las emociones, en el estado de ánimo; y por lo tanto, en nuestra conducta.
Este tipo de pensamientos que en ocasiones tenemos, surgen de la interpretación que hacemos de lo que nos ocurre. Es decir, los acontecimientos que nos rodean son neutros, somos nosotros los que pensamos e interpretamos algo sobre ellos. Una interpretación incorrecta nos provocará sufrimiento, ansiedad, ira, depresión, etc.
Tipos de pensamientos distorsionados
Algunos de los pensamientos distorsionados que podemos tener son estos:
El pensamiento polarizado
Esta forma de pensar es de todo o nada. En este tipo de pensamiento, percibimos las situaciones en los extremos. Es buena o es mala. Es un éxito total o un fracaso absoluto. Por ejemplo: suspender un examen y pensar “soy un mal estudiante”. O que un día te salga mala una comida y pienses “soy un desastre cocinando».
Debemos tener en cuenta que, entre un extremo y el otro, hay mucha distancia y por tanto, muchas maneras de interpretar lo ocurrido. Es mucho más sano ajustarnos un poco más a la realidad. Que algo en concreto salga mal, no significa, pero en absoluto, que lo hagamos todo mal; por mucho que te lo creas, eso no es posible.
El pensamiento filtrado
En éste sólo nos fijamos en uno de los elementos de una situación; y por lo general suele ser en el detalle negativo. Lo magnificamos, y olvidamos el resto de aspectos positivos.
Las personas con este tipo de pensamiento, pueden tener un día fantástico, o una tarde, o una cena,… pero si hubo algún detalle que interpretan como un error, se centran en él exclusivamente y anulan el resto. Por ejemplo, haces una entrevista para un trabajo y no contestas como quisieras a una de las preguntas; la idea podría ser, “seguro que no me van a llamar, no contesté bien a una pregunta”.
La sobregeneralización
Aquí podemos llegar a una conclusión general y absoluta a partir de una situación puntual. Esta forma de pensar es bastante frecuente por ahí, si escuchas un poco, verás que hay muchas expresiones que incluyen la palabra “siempre…” o “nunca…”.
Esta forma de hablar indica una generalización en los pensamientos. Por ejemplo, “he roto con mi pareja, nadie más me va a querer nunca”, o cometo un error y es “siempre me equivoco”.
La interpretación del pensamiento
Este también es muy habitual y consiste en que, sin hablar con las otras personas, interpretamos lo que pueden estar pensando o sintiendo sobre nosotros. Como digo, es también bastante frecuente y podemos saberlo por la forma en que hablan muchas personas.
Expresiones del tipo, “me miraron con cara rara”, “me miró como diciendo….”, indican que hay una interpretación de los pensamientos de los demás. En la que si se acierta es por pura casualidad; aunque sería mejor decir eso de «cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia».
En estos casos, lo ideal es no interpretar nada. Si quieres saber qué está pensando alguien, mejor se lo preguntas directamente.
Visión catastrófica
Con este tipo de pensamiento, esperamos siempre lo peor de cada situación. “y si se cae el avión…”. O “para que voy a ir si me lo pasaré fatal”.
Sin lugar a dudas, tener un pensamiento catastrófico, nos limitará la vida y mucho. Cualquier cosa que nos propongan hacer, la evitaremos por miedo; y si llegamos a hacerla, será con mucha angustia.
Personalización
Creemos que cualquier cosa que haga o diga otra persona, lo hace o lo dice por nosotros. Interpretamos que cualquier gesto o comentario va dirigido a nosotros; eso si, sin basarnos en nada más que en nuestra interpretación subjetiva. Con lo cual, en gran parte de las ocasiones nos equivocaremos. Por ejemplo, “mi amiga no estaba hoy como siempre, seguro que está enfadada conmigo”.
Culpabilidad
Este pensamiento se puede dar desde dos puntos. Por una parte, algunas personas pueden pensar que todo lo que ocurre a su alrededor es culpa de ella; y eso, simplemente no es posible. Otras, en cambio, le asignan a los demás la responsabilidad de decisiones que únicamente le corresponden a ella misma. Recuerda que el responsable de tu vida eres tú, por tanto, el único responsable de tus decisiones.
Los “debería»
Con esto, nos pasamos mucho tiempo rigiéndonos por reglas inflexibles que no están escritas en ninguna parte; pero que nos imponemos nosotros mismos, porque las traemos impuestas desde antes. . Las expresiones más comunes aquí son, “debería…”, “no debería…” o “tendría que…”. Si cambias el “debería” o el “tengo que”, por “quiero…”, la sensación de obligación disminuye y vas a estar más cómodo.
Estos son algunos de los pensamientos distorsionados más frecuentes y de los que más daño nos hacen. Todos hemos tenido alguno de ellos en alguna ocasión; el problema está en utilizarlos continuamente, y que sean estos los que predominen en nuestra forma de pensar. Si crees que es tu caso, sería bueno que hablaras con un profesional; puedes aprender a detectarlos primero y cambiarlos después, sustituyéndolos por otros más sanos y realistas.
Rosa Armas.
Colegiada T-1670