Cuando nos ocurre algo desagradable, como un imprevisto con el que no contábamos y que nos fastidió el día, o algo negativo que afecta a nuestra tranquilidad, es normal que nos quejemos por ello. Por supuesto tenemos derecho a la rabieta en ese momento.
Sin embargo, ¿te has fijado en la cantidad de tiempo que le dedicamos en un solo día a quejarnos de alguna cosa? Cosas que si lo piensas bien, no tienen mayor importancia.
Si no te has dado cuenta de eso, te propongo hacer un pequeño ejercicio que puede ser hasta divertido. Elige un día y escucha las conversaciones que se producen a tu alrededor: en el transporte público, en una cola que espera su turno, en cualquier sitio donde estés…e incluso no tienes que ir tan lejos, escúchate a ti mismo o a ti misma cuando estés hablando.
Nos quejamos del frío, del calor…por supuesto de las colas de tráfico, de la lluvia, del viento que hace hoy; de cómo nos contestó la dependienta de una tienda, del jefe, de la Seguridad Social, de la crisis como no… En resumen nos quejamos de todo y de más, y es uno de los deportes que más practicamos.
Esta actitud, cuando la tienes de manera constante (aunque no lo parezca o no te lo creas) produce unos efectos en nosotros que no son nada buenos.
Por supuesto que como te decía al principio: cuando nos duele algo, cuando hay alguna cosa que nos ha salido mal, o cuando un imprevisto nos ha fastidiado los planes, es natural que nos quejemos. Y nos sirve para desahogarnos en ese momento, pero sólo en ese momento.
El problema está en que hay personas que utilizan la queja como una forma de vida, como una actitud constante en la manera de expresarse, y todos conocemos a alguna persona que funciona así.
Claro que esto no sólo tiene unas consecuencias negativas en la persona que se queja continuamente, sino también en las que no les queda otro remedio que escucharlas. Porque en principio pueden despertar su compasión, pero a la larga terminan agotados.
Como decía: todos conocemos a personas que se quejan por todo y también por nada, y o bien hacemos lo posible por evitarlas, o las aguantamos estoicamente con la esperanza de que la cosa no se alargue demasiado.
¿Para qué sirven las quejas?
Es verdad que la queja tiene una función muy útil, y es la de servirnos como desahogo. Con ella podemos expresar nuestras emociones y pensamientos más negativos, y con eso nos movemos hacia una acción de resolución.
Esta es la queja útil, la que nos lleva a hacer algo para cambiar la situación. Pero también nos sirve para recibir apoyo o ayuda de los demás, cuando la necesitamos.
La queja más inútil es esa con la que sí que te desahogas, pero con la que después no haces nada…sólo quedarte con el mal humor, pero sin hacer nada para resolver aquello de lo que te has quejado. Claro que si de lo que te quejas no depende de ti solucionarlo, la queja es más inútil aún.
Pero entonces, ¿por qué hay quien no para de quejarse por todo? La actitud de queja constante se adquiere por llamar la atención de los demás; porque se ha convertido en un hábito; por una personalidad pesimista o perfeccionista y exigente, e incluso como tema de conversación cuando no hay otro más interesante.
Cuáles son los efectos de las quejas constantes
La actitud de queja permanente tiene efectos negativos como estos:
- Para empezar, la queja tiene la función de no resolver nada. Puedes quejarte todo lo que quieras de cualquier situación, que cuando te hayas cansado de quejarte, la situación seguirá siendo la misma. La opción más práctica, desde luego, no es dedicar más tiempo a quejarse que a buscar la solución; lo mejor sería que emplearas toda esa energía en buscar las posibles soluciones. Si no haces nada para resolverlo las cosas no van a cambiar solas, nunca.
- Si tu actitud es la de la queja constante, crearás una especie de filtro a través del cual sólo verás la parte más negativa de las cosas, y dejarás de ver la parte más favorable. Puede que lo bueno de una situación sea mucho mayor que lo malo, pero si lo que quieres es quejarte de algo, sin ninguna duda, siempre encontrarás de qué hacerlo. Un buen ejemplo de esto son esas personas a las que, si después de quejarse de algo, le recuerdas la parte buena, ellos contestan eso de “si, pero….”.
- Si te centras continuamente en la queja, atraerás todo lo negativo que pase cerca de ti, precisamente porque es a eso a lo que le estás prestando atención. Tendemos a fijarnos en aquello que confirma nuestras creencias. Si es eso en lo que te fijas, eso es lo que tendrás.
- La queja genera un estado de ánimo negativo. Como no puede ser de otra manera, estar pendientes de la peor parte de las cosas provocará rabia, frustración y tristeza como mínimo. De hecho, las personas que se quejan mucho están casi siempre de mal humor y viven en permanente amargura. Lo peor es que esto se lo pueden contagiar a quien tiene que escucharlas continuamente. Pero además, le crea a los demás una situación incómoda cada vez que deben estar en compañía de esa persona.
- Por otra parte, una persona que se queja por todo, en el fondo, lo que está haciendo es culpabilizando a otras personas o a las circunstancias, las que sean, de lo que ocurre. Esto hace que por una parte se quiten de encima cualquier responsabilidad, y por la otra que asuman un rol de víctimas. El objetivo de una víctima es atraer la atención de los demás. Claro que una persona que funciona de esta manera, termina siendo insoportable para los que le escuchan. Pero… no vayas a decírselo, tendría un nuevo motivo para seguir quejándose.
Un estudio sobre el tema de las quejas
Hace unos pocos años, dos amigos, Thierry Blancpain y Pieter Pelgrims, lanzaron una propuesta a través de internet a la que se sumó mucha gente. La propuesta consistía en pasarse un mes entero sin quejarse por cosas sin importancia.
Los beneficios que encontraron fueron que, por una parte, aumenta la sensación de felicidad al dejar de poner la atención en lo negativo. Por otra parte, nos hacemos más conscientes de cómo se comunica la gente de nuestro entorno en cuanto a la queja.
¿Qué puedes hacer si crees que te quejas demasiado?
Si después de leer esto, consideras que eres de esas personas que se quejan excesivamente, y, quisieras cambiarlo, te propongo cómo hacerlo. Verás que no es tan difícil.
Cuando tengas algo de lo que quejarte, analiza si puedes hacer algo para cambiar esa situación. Si puedes hazlo, o al menos inténtalo. Si por el contrario no depende de ti en absoluto, será mejor que lo aceptes y te centres en otra cosa.
Cuando te escuches quejarte de algo que no depende de ti y no es tan importante, cambia la queja de lo que no tienes y lo que salió mal por el agradecimiento por lo que sí que tienes, y lo que salió bien. Verás como no te quedará el tiempo para quejarte, ni tampoco las ganas.
Rosa Armas
Colegiada T-1670