¿Quién no ha sentido ansiedad alguna vez en su vida? Seguramente todos la hemos experimentado, ya fuera por una situación que conllevaba cierto peligro, o por una que en realidad no era tan peligrosa… pero que a nosotros nos lo pareció.
Esos episodios de ansiedad, en algunos momentos puntuales, es bastante normal tenerlos. Claro que otra cosa es tener ansiedad de forma más constante, todos los días y en muchas situaciones. En ese caso estaríamos hablando de un trastorno de ansiedad.
Los trastornos de ansiedad son de los más frecuentes en nuestra sociedad actual. Pero además, es de los problemas psicológicos que más aumenta en número de casos cada año. Si eres una de esas personas que tienen ansiedad casi de forma constante, no hará falta que te diga lo incómoda y desagradable que es. Sin duda lo sabes.
Seguro habrás escuchado que la ansiedad es una respuesta normal y adaptativa de nuestro organismo, que nos ayuda a estar preparados y enfrentarnos a algunas situaciones que nos provoquen estrés, o bien a escapar de un posible peligro.
Si te encuentras en la calle (o en cualquier otro sitio) alguna situación que pueda ser peligrosa para ti, tu nivel de ansiedad sube: y entonces se acelera tu ritmo cardíaco y tu respiración, y además tus músculos se tensan para mantenerte preparado y alerta, por si necesitaras huir de esa situación.
La ansiedad patológica
Claro que cuando el peligro no es real, sino que es nuestra mente la que lo percibe como tal, aparece la ansiedad patológica; esa que no nos permite llevar una vida normal, porque es realmente limitante.
En realidad la ansiedad no es más que una sensación, muy desagradable eso sí, ante una serie de ideas anticipatorias que tiene una persona. Y que por lo general, son ideas catastróficas.
La ansiedad se puede presentar con multitud de síntomas. Claro que una persona no tiene por qué presentar todos los síntomas; ni los síntomas que presente se dan todos con la misma intensidad.
Trastornos de ansiedad más comunes
Es verdad que sentir una forma leve de ansiedad puede ayudar a una persona a estar más alerta, y prepararse para hacer frente a un desafío o a un reto. Por ejemplo, estar muy ansiosos ante un examen, puede hacer que nos bloqueemos y no rindamos lo suficiente. Pero estar demasiado relajados, casi como si no nos importara lo que estamos haciendo, tampoco nos servirá para rendir bien.
Sin embargo: sentir un nivel de ansiedad adecuado a la situación, nos permitirá resolverla mejor. Cuando los niveles de ansiedad son altos y continuados, cuando esa ansiedad nos limita la vida y no nos deja funcionar en el día a día, es cuando estaríamos hablando de un trastorno por ansiedad.
El término trastorno de ansiedad es un término general que incluye a varios tipos de trastorno diferente; cuya característica común es la presencia de niveles altos de miedo y ansiedad que son patológicos. Entre estos trastornos destacan los siguientes:
El trastorno de ansiedad generalizada o TAG
Las personas con trastorno de ansiedad generalizada tienen miedos o preocupaciones excesivas y recurrentes ante una gran cantidad de actividades o acontecimientos cotidianos, relacionados con aspectos normales de la vida diaria. Por ejemplo la salud, o temas económicos. Pero también ante cosas más cotidianas todavía, y con frecuencia pueden experimentar una sensación constante de que algo malo está a punto de suceder.
Esta ansiedad y preocupación se acompaña de síntomas físicos como inquietud, fatiga, dificultad para concentrarse, problemas de sueño, etc. Si bien la causa de estos niveles altos de ansiedad puede ser difícil de identificar, los temores y las preocupaciones son totalmente reales. Y a menudo, impiden a la persona poder olvidarlos y centrar su atención en las tareas que tendría que realizar.
El trastorno de pánico
Se caracteriza por la aparición repentina de un estado muy intenso de terror o pánico, cuando no existe absolutamente ningún peligro real. La sensación que describe una persona con pánico es la de muerte inminente. Es decir, sienten que se van a morir en ese mismo momento. Las personas que presentan estos ataques de pánico, lo pasan tan mal que con frecuencia desarrollan mucho miedo a que vuelva a ocurrirles.
Todo esto conlleva que la persona se limite en gran parte de su vida cotidiana. Un ataque de pánico puede durar hasta media hora, cosa que se hace interminable para la persona que lo sufre.
La fobia social
En estos casos, se produce un miedo irracional a casi cualquier acontecimiento social, en el que la persona tenga que interactuar con otras personas. Su miedo es a ser juzgados, criticados o humillados; y aunque muchas veces son conscientes de lo irracional que resulta, no pueden evitarlo y lo pasan realmente mal en esas situaciones.
Las fobias específicas
Se trata de un miedo intenso a ciertos objetos, animales o situaciones. En las fobias específicas, el miedo está asociado a determinados estímulos en particular (por ejemplo, animales que pueden ser de lo más inofensivos, o situaciones como volar en avión, etc.) La persona hace todo lo posible por evitar ese estímulo; con lo que puede verse limitada su actividad cotidiana.
El trastorno obsesivo-compulsivo
Se define por la presencia de pensamientos, ideas o imágenes (obsesiones) persistentes, incontrolables y no deseadas; que la persona considera intrusas o inapropiadas. Como consecuencia de esa obsesión, la persona lleva a cabo una serie de comportamientos o rituales (compulsiones) realizados con el propósito de suprimir la ansiedad que le producen estos pensamientos o impulsos.
Algunos ejemplos comunes de compulsiones, serían: lavarse insistentemente las manos y/o limpiar la casa en exceso para reducir el malestar producido por la obsesión de contagiarse por algún germen. O bien, comprobar sistemáticamente una tarea ante la idea de no haberla realizado; o de haber cometido un error en la misma.
Trastorno de estrés postraumático
Este trastorno puede aparecer después de haber presenciado un acontecimiento que la persona ha vivido como estresante y traumático (por ejemplo, un desastre natural, un accidente grave o un atentado). Los patrones de pensamiento, sentimientos y conductas, pueden verse gravemente afectados por los recuerdos del evento, que suelen aparecer de manera recurrente e intrusiva.
Esto provoca que la persona re-experimente el acontecimiento traumático, en ocasiones tras varios meses e incluso años después de haber sufrido esta experiencia. En este trastorno, pueden darse pesadillas, irritabilidad, fatiga, … y la persona, evita cualquier situación que pueda recordarle la experiencia vivida; porque le genera una gran ansiedad.
La agorafobia
Es otro de los trastornos de ansiedad y, este caso, se caracteriza por el miedo a estar en sitios donde le resulte difícil pedir ayuda o escapar, en el caso de encontrarse mal. La persona evita estar en estos sitios, que cada vez son más; la calle, centros comerciales, transporte público,… con lo que termina limitando su vida y recluyéndose en casa, que es donde se siente más protegida.
La ansiedad matutina
Muchas de las personas con algún problema de ansiedad, describen un aumento de la misma en el momento en que se despiertan por la mañana. Y que esta se va reduciendo a medida que pasan las horas. Es lo que se conoce como ansiedad matutina.
Como digo, la gran mayoría de las personas que tienen algún trastorno de ansiedad, se sienten peor y con una ansiedad más intensa a la hora en que se despiertan. Se sienten mucho más nerviosas que el resto del día; más agitadas, preocupadas e incluso con miedo de enfrentarse al día que tienen por delante. Y, a medida que éste avanza, esa ansiedad va disminuyendo: llegando a la tarde con un nivel de ansiedad bastante más bajo.
Parece ser que, el responsable de que la ansiedad aumente por las mañanas es el cortisol. El cortisol es una hormona a la cual se le conoce como la hormona del estrés; y que aumenta sus niveles a la hora en que nos despertamos.
El efecto del cortisol consiste en aumentar nuestro ritmo cardíaco y la presión arterial; ya que nos prepara físicamente para enfrentarnos a cualquier esfuerzo que tengamos que hacer.
Esos síntomas que provoca el aumento del cortisol; aceleración del ritmo cardíaco y la respiración, son percibidos por una persona con ansiedad como amenazantes. Con lo cual, se dispara la ansiedad. A medida que pasan las horas, los niveles de cortisol van descendiendo.
Este malestar nada más despertar, hace que, una persona que tenga un problema de ansiedad, empiece a pensar que “otra vez está aquí la ansiedad”, que “será otro día de ansiedad y difícil de llevar”, que “ni siquiera después de haber descansado me siento bien”, etc. Todos estos pensamientos harán que aumente el malestar; y por tanto, que aumente la ansiedad.
Pasado un poco de tiempo en que esto ocurra, la persona empezará a asociar las mañanas y el despertarse con sentirse ansiosa. Con lo que ya habrá una predisposición para sentir ese malestar.
Cómo evitar la ansiedad matutina
Bueno… en realidad no existe una fórmula mágica que haga que una persona con un trastorno de ansiedad se levante por la mañana, fresca, optimista y con ganas de comerse el mundo.
Por supuesto, lo que sí que es necesario es tratar ese problema de ansiedad que existe de base, con ayuda psicológica. Y lo que sí hay, son algunos trucos que pueden ayudarte a reducir un poco esa sensación de agobio y ansiedad, que se suele sentir por las mañanas.
Cuando te vayas a dormir, piensa en alguna actividad agradable que te gustaría hacer al día siguiente. Algo que te haga ilusión hacer, algo que te resulte gratificante, cualquier cosa sirve. Ir de compras, quedar con un amigo para tomar café, ir al cine,…
Sería bueno que tuvieras un método para despertarte que no fuera demasiado brusco. Que pudieras despertar con música; por ejemplo con una radio-despertador, con el que puedas salir del sueño poco a poco y no de golpe con el pitido de un despertador normal.
Cuando despiertes, recuerda esa actividad agradable que habías pensado en hacer ese día.
Además de esto , no te levantes con el tiempo justo para ir a trabajar. O para lo que tengas que hacer. Levántate un poco antes para que puedas prepararte y organizar tus cosas con tranquilidad y sin agobios.
Si vas con el tiempo justo, se unirán los síntomas de la ansiedad, con las prisas por salir de casa con el tiempo adecuado para llegar bien y eso, aumenta la ansiedad y por tanto el malestar.
En los minutos siguientes a despertarte, practica la respiración consciente, es decir, respira profunda y pausadamente, centrando tu atención en la respiración únicamente. Hacer esa respiración tranquila durante unos minutos, ayuda a reducir los síntomas de la ansiedad.
Todos estos consejos, no sirven para evitar del todo la ansiedad matutina, pero sí que pueden ayudarte a reducirla. Como siempre sucede con la ansiedad, es importante controlar lo que se piensa; ya que los pensamientos catastrofistas son los que aumentan y mucho la intensidad de la ansiedad.
Con estos picos de ansiedad por las mañanas, es mejor no agobiarse demasiado y darle un poco de tiempo a que se vaya reduciendo.
La ansiedad en niños
La ansiedad, no es exclusiva de los adultos, los niños también la sienten, y desde muy pequeños. A medida que van creciendo, van aumentando las situaciones en las que el niño siente miedo; y por tanto, ansiedad. Y eso es lo normal, puesto que se van haciendo cada vez más conscientes de los posibles peligros con los que se pueden encontrar.
Pero también ocurre que, a medida que crecen, desaparecen otros miedos que antes tenían; se dan cuenta de que los fantasmas y los monstruos no existen, por ejemplo.
Esto es lo normal. Sin embargo, hay niños que pueden sentir una ansiedad muy intensa; llegando a convertirse en un trastorno de ansiedad. La diferencia está en que los miedos normales de su crecimiento, desaparecen unos meses después de que se hayan iniciado. En el caso de que persistan, es necesario enseñarles a identificar la ansiedad; y darles herramientas para que puedan gestionarla.
Los síntomas físicos que pueden manifestarse en los niños con ansiedad son dolores de cabeza y de estómago, manos frías, palpitaciones e insomnio.
Trastornos de ansiedad en niños
Hay tres tipos de trastornos de ansiedad que son muy comunes en los niños:
- Trastorno de ansiedad por separación: los niños con este trastorno, sienten mucha angustia cuando tienen que separarse de sus padres. Su sensación es de auténtico pánico, lloran y se aferran a ellos. Además, manifiestan el miedo a que pueda ocurrirle algo malo a sus padres, de que no vayan a volver a casa. Suele darles miedo tener que dormir solos, o ir a la escuela. Manifiestan algún dolor o malestar cuando saben que se acerca la hora de separarse de sus padres.
- Fobia social: en este caso, el niño tiene problemas para hacer nuevas amistades; evita participar en clase porque le genera ansiedad hablar en público. Le preocupa hacer o decir algo que pueda ser motivo de burla y/o de crítica. Le da miedo enfrentarse a cualquier tipo de situación social.
- Trastorno de ansiedad generalizada: aquí, el niño se preocupa por todo tipo de cosas; incluso por las que no tiene sentido que un niño se preocupe. Lo que ocurre en el mundo, la salud, problemas familiares, etc. Suelen sentir irritabilidad y tener problemas de sueño; así como tensión muscular debido a su preocupación.
No evitar las situaciones que causan miedo
Si eres padre o madre de un niño con ansiedad, lo más probable es que hagas lo posible por evitarle las situaciones en las que pasa miedo.
Pero, si haces esto, sólo conseguirás reforzar ese miedo y por tanto, que aumente. Lo mejor es que le ayudes a enfrentarse a ese miedo particular. Es decir; ayudarle a que se exponga a las situaciones que le dan miedo. De esta manera el niño podrá comprobar que la amenaza que él percibe no es realmente peligrosa.
La importancia de la respiración
A la hora de enfrentarse con esas situaciones que le dan miedo, es importante enseñarle a respirar despacio. Siempre que aparece la ansiedad, la respiración se acelera. Enseñarle a respirar con más tranquilidad reduce, y mucho, los síntomas de ansiedad.
Por otra parte, el niño puede aprender a identificar los pensamientos negativos que le asaltan; y como si fuera un juego, se le puede enseñar a cambiarlos por otros que sean más racionales, y que le generen bienestar. Además de esto, ayudarle a que se imagine escenas que le transmitan tranquilidad. Esto le ayudará a suavizar los síntomas, y a tener una mejor capacidad de afrontamiento.
En el caso de que con estos consejos, su ansiedad no remita, siempre será aconsejable hablar con un profesional; quien pueda aportarle al niño alguna otra herramienta.
Cómo puedes controlar la ansiedad
Hay algunas formas en que se puede controlar la ansiedad, o al menos se puede intentar controlar. Esa ansiedad que, en realidad no nos libra de ningún peligro, porque no lo hay, ni tampoco nos ayuda en alguna tarea en concreto.
Practica alguna técnica de relajación
Para reducir esos síntomas físicos de los que te hablaba más arriba, como la tensión muscular, los dolores de cabeza. E incluso, para ayudarte a conciliar el sueño, puedes poner en práctica alguna técnica de relajación muscular. El mindfulness también puede ser de ayuda para relajarte y enfocarte en el presente. Y es que, la ansiedad se da casi siempre por la anticipación a situaciones negativas, que por lo general no ocurren.
El control de la respiración
Puesto que la frecuencia respiratoria es una de las primeras cosas que se activan cuando hay ansiedad, puedes aprender algún ejercicio de respiración, como la respiración abdominal, que ayuda a reducir también los niveles de ansiedad.
Haz algo de ejercicio físico
La práctica de ejercicio físico de manera regular, ayuda también a reducir la tensión que provoca la ansiedad que se mantiene durante cierto tiempo.
Reformula tus pensamientos
Esto en psicología se llama reestructuración cognitiva, y consiste en darle a aquello que te preocupa y te pone ansioso, una interpretación más realista. Es decir, menos catastrófica. La ansiedad siempre aparece por un miedo, y el miedo siempre aparece por un pensamiento catastrofista. Así que, vigila muy bien lo que piensas.
Hay algunas situaciones, como puede ser estar en un atasco de tráfico, por ejemplo, que pueden ser molestas e incómodas, pero no catastróficas.
Enfrenta las situaciones
Por último, si hay alguna situación concreta que te produce angustia, pero que objetivamente sabes que no es tan peligrosa como crees, lo mejor es enfrentarte a ella y nunca evitarla. Por lo general, siempre es mucho peor pensarlo que hacerlo, por lo tanto, si te enfrentas a la situación, es posible que compruebes que, donde tú creías que había un fiero león, no había más que un gatito inofensivo.
Rosa Armas
Psicóloga colegiada T-1670