La mayor parte de nuestros días nos los pasamos haciendo cosas, o tomando decisiones sin apenas pensar en ello. Tenemos unas rutinas establecidas, y hacemos o resolvemos cosas que estamos acostumbrados a hacer o a resolver. Es como si funcionáramos en piloto automático.
Pero, qué pensarías si te dijera que la mayoría de las cosas que haces, o de las decisiones que tomas, están influídas por una serie de estímulos previos?
Estos estímulos previos pueden ser desde algo que te han dicho, algo que has dicho tú, o algo que te ha ocurrido. Esto es lo que se llama en psicología el efecto priming, y es de lo que quiero hablarte en esta ocasión.
¿Qué es el efecto priming?
Pues bien, el efecto priming o de primado tiene que ver con la memoria implícita; e indica que las respuestas que damos ante una situación, están influenciadas por estímulos que nos han presentado previamente, o por experiencias anteriores.
Estos estímulos pueden ser tan simples como, por ejemplo, las palabras. Esto se produce de manera totalmente inconsciente: con lo cual no nos damos ni cuenta de que nuestras acciones han sido, podríamos decir, «manipuladas».
Dicho de otra manera: el efecto priming es un condicionamiento, con lo cual todo lo que nos ocurre, lo que hacemos o lo que escuchamos, influirá en nuestro comportamiento posterior.
Esto explica muy bien el poder que tienen las palabras en nuestras emociones y por tanto en nuestra conducta: tanto si las decimos verbalmente, como si las pensamos, o si las escuchamos.
Te voy a contar un ejercicio, una especie de juego: que puedes ir haciendo mientras te lo explico y con el que entenderás perfectamente el efecto priming
Un ejercicio sobre el efecto priming
Piensa en un número entre el uno y el nueve. Ese número que has elegido, multiplícalo por nueve. Si el resultado es un solo dígito, quédate con ese, si por el contrario es de dos dígitos, súmalos entre ellos de manera que se quede en uno sólo, por ejemplo, si el resultado ha sido 36, sumas tres más seis. Al dígito que te queda, finalmente le restas cinco.
Bien… ahora, busca la letra del alfabeto que le corresponde a ese número, de modo que el 1 sería la “a”, el dos sería la “b”, el tres sería la “c”, etc. ¿Lo tienes? Ahora, piensa en un país cuyo nombre empiece por esa letra. Después, con la letra que le sigue a esa en el alfabeto, por ejemplo, si has pensado en un país con la “a”, ahora elige la “b” y con ésta piensa en un animal cuyo nombre empiece por esa letra.
Terminado el ejercicio, podría decirte casi con total seguridad que el país en el que has pensado es “Dinamarca”, y el animal, “elefante”. Exactamente esto es el efecto priming, no es magia, es simplemente que, desde pequeños, cuando nos enseñaban a leer, nos decían “e de elefante”, de manera que, cuando nos piden que pensemos en un animal que empiece por la “e”, de forma casi automática sale “elefante. ”
Si bien es cierto que no hay demasiados países que empiecen con la “d”, sí que hay animales con la “e”, (erizo, escorpión, escarabajo), sin embargo, el primero que llega a nuestra mente es “elefante”. No es más que un estímulo asociado muchas veces con una palabra, con lo que, siempre que aparece el estímulo, aparece esa palabra. Eso es la memoria implícita y el efecto priming.
Otro ejemplo de la gran influencia que tienen las palabras en nuestra conducta, es el experimento realizado por John A. Bargh en 1966. En este experimento, se les daba a un grupo de personas unas tarjetas con palabras sueltas para que formaran frases con ellas. A uno de los grupos, se les daba palabras relacionadas con la vejez.
Al salir de la prueba, se midió a qué ritmo caminaban los participantes. Se comprobó que las personas que habían recibido las palabras relacionadas con la vejez, caminaban más lentamente que el resto, a pesar de que, en ningún momento se nombraba la palabra “lentitud”.
Esto significa, que lo que pensamos o la forma en que nos hablamos a nosotros mismos influye directamente en nuestras emociones y éstas en nuestra conducta. Y la relación entre las tres es bidireccional. Es decir: un pensamiento puede afectar a nuestra conducta, pero también una conducta puede afectar a nuestras emociones.
Algunos tipos de efecto priming
Como te decía, esto no es más que un condicionamiento, y, se utiliza en muchas áreas, por ejemplo en anuncios comerciales, o en campañas electorales, para que nuestro comportamiento se dirija hacia una conducta concreta.
Existen diferentes tipos de efecto priming, algunos de ellos son los siguientes:
- El efecto priming positivo o negativo: este tipo hace referencia a la velocidad con la que respondemos. Es decir, a la velocidad con la que actuamos ante un estímulo.
- Con el priming positivo, la intención es que la respuesta sea rápida y automática. Por tanto, la aparición de un estímulo concreto, dará lugar a la acción deseada, de manera inmediata.
- El efecto priming negativo, por su parte, hará que el estímulo sea un distractor y, la respuesta tarde más tiempo en aparecer.
- El efecto priming por repetición: en este caso, se originará la misma respuesta ante un estímulo muchas veces repetido, como en el caso del elefante que te contaba más arriba.
- El efecto priming conceptual: este tipo utilizará tus patrones de pensamiento, sobre todo los de tipo asociativo. Por ejemplo, si te dicen que asocies mesa con otra palabra, es muy probable que digas silla: porque los dos son muebles y porque suelen ir juntos. Aunque también está el efecto priming asociativo en el que asociarías perro con gato, debido a expresiones ya hechas como, “se llevan como el perro y el gato”.
- El priming de bondad: este es muy interesante, porque se sabe que cuando tú recibes una buena acción por parte de alguien, es más probable que tú realices a continuación una buena acción.
El efecto priming y la Psicología
Desde el punto de vista de la psicología, este efecto es muy importante para trabajar en trastornos como la depresión, e incluso para motivar a los deportistas en sus competiciones.
Pero también nos puede servir a cualquiera de nosotros en situaciones más cotidianas, como enfrentarnos a una entrevista de trabajo, por ejemplo, o más cotidiana aún, como estar en un atasco de tráfico. Dependiendo de lo que nos digamos a nosotros mismos en ese momento, nos sentiremos de una forma o de otra.
Nunca será lo mismo pensar, “estoy muy nervioso, me saldrá mal, seguro que no me eligen” que pensar; “respira hondo, estás muy preparado y cualificado, saldrá bien”, por ejemplo. Nuestro cerebro responderá de manera muy diferente ante unas afirmaciones que ante las otras, y nuestra conducta ante esa situación también será diferente. Es más probable que, pensando de manera positiva, hablemos con más seguridad y decisión, e incluso, nuestra postura corporal será mucho más firme.
Nosotros podemos elegir en todo momento de qué manera pensar. Hay gente que dice eso de, “yo es que soy muy negativo”, en realidad no es verdad; es sólo que se han acostumbrado a pensar de esa manera, con lo que termina por hacerse de forma automática. Podemos pensar de forma positiva; que siempre nos hará sentir mejor si nos entrenamos para ello con tiempo y un poco de constancia. Así que, vigila lo que te dices a ti mismo, la respuesta que des puede ser muy diferente.
Rosa Armas.
Colegiada T-1670