En algunas ocasiones, o quizás en muchas, nos empeñamos en aferrarnos a cosas, o mejor dicho, a personas y relaciones que sabemos que ya no funcionan, con las que sabemos perfectamente que ya no estamos bien.
Sin lugar a dudas, lo más sano sería no aferrarnos y dejar que se vaya aquello que ya no nos hace felices. Y es que todos cambiamos, las relaciones cambian, en definitiva, la vida es un cambio permanente.
Lo cierto es que los seres humanos solemos sentir eso a lo que llamamos apego. El apego nos produce la sensación de seguridad, porque nos apegamos a todo lo que nos es conocido.
Y no sólo podemos sentir apego por las personas, también podemos sentirlo por las situaciones, e incluso por las cosas. La realidad es que tener cierto nivel de apego no es malo en absoluto.
Sin embargo, hay muchos momentos en los que le tenemos apego a personas o situaciones que no nos hacen bien, y que a pesar de eso, nos aferramos a ellas sin ser capaces de dejarlas marchar, por el miedo a perderlas. Curiosamente, sentimos miedo a perder algo que no nos hace bien.
Apegos y dependencias
Nos produce mucho miedo perder algo seguro y conocido para enfrentarnos a lo desconocido, lo nuevo, e incluso a veces al vacío. En estos casos, el apego es excesivo y se puede convertir en dependencia.
Lo más sano en estos casos sería dejarlas marchar. Dejarlas marchar significa aceptar que hay situaciones que no funcionan, y que por lo tanto, es mejor no aferrarse a ellas; no forzar que funcionen, no empeñarnos en que funcionen cuando no es así.
Porque, cuando tienes que forzar algo, es porque no funciona, así de simple. Por el contrario, cuando sí que funciona, no tendrás que hacer ningún esfuerzo.
Sin lugar a dudas, nuestra calidad de vida mejoraría, si pudiéramos dejar marchar a las personas o situaciones que no nos aportan el bienestar que nos merecemos. Dejar que eso se marche, es en definitiva un proceso de cambio para nosotros, además de la aceptación de la realidad.
Esa pareja que no nos hace felices, pero que aún así la mantenemos. Esa persona de la que estamos enamorados, que no nos corresponde ni muestra ningún interés, y aún así la seguimos esperando. Ese trabajo que nos trae por el camino de la amargura, y no nos atrevemos a dejar. Amigos y hasta familias que resultan ser tóxicos, y con los que seguimos teniendo trato, porque simplemente nos sentimos obligados a ello.
Todas estas situaciones las podemos mantener, aún cuando nos hacen infelices, por ese apego del que te hablaba: que nos lleva a querer quedarnos con lo que conocemos y nos produce cierta seguridad.
El problema está en que aferrarnos a eso que sabemos que no funciona, que no nos da la felicidad, lo único que consigue es que no nos lleguen otras cosas, con las que sí podríamos tener ese bienestar que queremos.
Por qué es necesario dejar marchar
Como te decía, el apego excesivo a algo, o a alguien que no te aporta bienestar, creará una dependencia. La dependencia a algo o a alguien, hará que dejes de ser tú mismo… y eso a lo que eres dependiente. será quien decida cómo te comportas, y qué es lo que haces.
En definitiva, dejas de ser independiente porque tus decisiones estarán basadas en el miedo a la pérdida. El miedo a perder algo que en realidad te genera malestar, te anula y no te permite seguir adelante. Y éste es el principal motivo por el que es necesario dejar marchar, eso que no te hace bien.
Cómo dejar marchar
Sin duda, dejar marchar no es nada fácil. Es algo que nos produce mucho dolor y sufrimiento. Y como casi siempre, no hay una receta mágica de cómo hacerlo, y mucho menos de cómo hacerlo sin que duela. Lo siguiente te puede aportar alguna idea, aunque no evitará la complejidad que tiene.
- Acepta que, algunas cosas son como son y que, aunque te gustaría que fueran de otra manera, no lo son y no puedes cambiarlo. Suelo decir que, la palabra mágica que es el inicio de muchos cambios siempre es la misma, “aceptar”.
- Piensa que, aún siendo difícil, dejar marchar aquello que no te da la felicidad, o bien, a aquello que sabes que no se quiere quedar, no tiene que estar necesariamente ligado al sufrimiento.
- Por el contrario, podría aportarte algo más de felicidad de la que tienes ahora. Pero es que además, te da la posibilidad y la oportunidad, de que llegue a tu vida algo que sí te dé esa felicidad. Como dice Jorge Bucay, “todo aquello que se va, deja hueco para lo que viene”.
- No creas que dejar ir a lo que no quiere quedarse es un acto de debilidad, ni tampoco creas que es rendirte. Por el contrario, es un acto de valentía y de madurez. Es sólo, dejar que se marche aquello que sabes que no puede ser.
- A pesar de esa valentía de la que te hablo, no dejará de doler de manera inmediata. Así que, date permiso para sentir ese dolor, date tiempo para que deje de doler, porque al final eso ocurrirá.
- Además de esto, y si se trata de una pareja lo que has tenido que dejar ir, ayúdate un poco, dejando de mirar en redes sociales cómo le va a esa persona, no conseguirás nada con eso, sólo vas a conseguir alargar el proceso de recuperación.
Procesar el duelo
A pesar de las reflexiones anteriores, no deja de ser difícil. Y como es difícil, habrá que aceptar que tendremos que pasar nuestro periodo de duelo, el que es normal en todos los casos en los que hay una pérdida.
Por lo tanto, habrá que darle algo de tiempo al tiempo, habrá que tener algo de paciencia y esperar a que las emociones vuelvan a su sitio.
Además de tener esa paciencia y darte tiempo para pasar tu duelo, puedes hacer alguna cosa más. Por ejemplo, escribe una carta a esa persona, o a la situación que has tenido que dejar marchar. Dale las gracias por las cosas buenas que te pudo aportar en su momento. Después, despídete. Puedes leer esa carta todas las veces que te haga falta. Hasta que ya no sientas esa pena tan grande por su ausencia. Después, puedes romperla.
Es posible que estés en esta situación. En la situación de querer que algo se dé como tú quieres que se dé, pero no lo consigues. Es en estos casos, en los que debemos dejar marchar, porque, mantenernos aferrados a lo que no puede ser, nos impide crecer y nos hace sufrir.
Por lo tanto, lo más adecuado es, soltar, dejar que se vaya. Sí, es doloroso, no es tan fácil de hacer. Sin embargo, dejar que se marche es aceptar que todo tiene un final, pero que siempre un final es el inicio de algo nuevo.
Rosa Armas
Colegiada T-1670.